África sufrió un profundo
estancamiento en todos los niveles, que duró gran parte de su historia
post-colonial. Tras la emancipación de las colonias, lo más codiciado pasó a
ser el petróleo, los diamantes y la minería en general; la carencia de buena
tecnología y de medios de comunicación eficientes, dificultan la explotación de
dichas materias primas. Pese a ello, el continente ha sido testigo de un
resurgimiento del crecimiento, especialmente en el periodo 2002-2008,
convirtiéndose en la segunda región de mayor crecimiento del mundo que, en
2010, agrupaba 10 de las 15 economías de más rápido crecimiento. Este resurgimiento
no se limita a los países ricos en recursos, y está dando lugar a un creciente
reconocimiento de África como un mercado emergente, y un polo potencial del
crecimiento global.
Desde
el principio del nuevo milenio, África había mostrado un crecimiento económico
sin precedentes en su propia historia. Cabe decir que los retos de África son
mucho más amplios que el simple crecimiento económico, es más, pese a su
crecimiento económico sigue siendo insignificante su participación en la
economía mundial (con respecto al PIB mundial), por lo que hay mucho que
mejorar desde el punto de vista estructural. En esta última década de gran crecimiento africano,
cabe señalar dos circunstancias relevantes, que ha hecho disminuir en cierta
medida el crecimiento porcentual de África. El impulso africano se desaceleró
en 2011, por la contracción de la actividad económica en el norte de África,
producto de la inestabilidad política, además de los efectos persistentes
indirectos 2007-2009 de la crisis financiera en los países desarrollados. Desde
la crisis de 2008, el freno de las dinámicas de intercambios (de flujos de
capital y comercial) se ha ralentizado significativamente, África ha perdido
casi dos puntos porcentuales de su crecimiento (4,6 a 2,7); la ayuda oficial al
desarrollo se ha estancado lejos del 0.7% solicitado por la Asamblea General de
las NNUU (en 1980) y la inversión extranjera (no nacionalmente estratégica)
como la que ha emprendido China en el continente, ha disminuido.
La
crisis del la zona Euro (producto de la crisis financiera) influye de forma
negativa en África debido a que Europa ha sido tradicionalmente el destino
mayoritario de las exportaciones africanas (el 36,2% en 2012), además de ser la
fuente más habitual de demanda de créditos privados. Cabe decir que la Unión
Europea es el organismo, que con diferencia, más ayuda económica aporta a
África. Por otro lado, también es cierto que África lleva buscando desde el
principio del milenio una diversificación de fuentes de financiación y mercados
(lo que debería mitigar en parte la influencia de la crisis del Euro).
El
aumento de la inflación la cual ha sido generalizado desde el 2005, afectando a
la gran mayoría de los países (desarrollados, en desarrollo y los países menos
adelantados); tiene su lado positivo y su contrapartida. Hay que señalar que
porcentualmente, la mayor inflación a golpeado a África sistemáticamente. De
hecho, los datos muestran que África ha superado el 10% de tasa de inflación en
los años 2008 y 2009. El lado "positivo" de la inflación en el
continente africano, es que muchos países africanos han mantenido un fuerte
impulso hacia el crecimiento a través del aumento del precio en las
exportaciones del combustible y de las materias primas derivadas de la minería.
La contrapartida es para los países que carecen de estos recursos estratégicos
para el crecimiento, como el combustible, y del bien imprescindible para la
supervivencia de la población que son los alimentos. Muchos países africanos
presentan una dependencia de productos básicos de terceros países,
comprometiendo su balanza de pagos para hacer frente a sus importaciones. Cabe
decir, que en una economía mundial abierta, da lugar a una cierta tendencia
natural a los cambios en las corrientes y flujos del dinero; esto se explica
tan simplemente como que el inversor tiende a movilizar su dinero en función de
las expectativas de ganancia y siempre que estos movimientos no le supongan un
gasto superior a las expectativas futuras. Estos desbalances son especialmente
dañinos para países de bajos ingresos, especialmente en períodos como el
presente en el que la volatilidad de capital aumenta significativamente, porque
de ellos dependen los productos básicos alimenticios y las infraestructuras
para crecer. Un ejemplo claro, es que a partir de la crisis de 2008, una gran parte de los
inversores (y especuladores internacionales) han buscado refugio en activos
seguros (como son por lo general los alimentos y la energía), lo cual ha
aumentado sin duda artificialmente el precio de estos productos.
Por consiguiente, África se ve afectada por la
crisis de la deuda en la Unión Europea y el deterioro posterior en el entorno
económico mundial en varios frentes, en particular a través de los flujos de
comerciales y de capital. Sin embargo, África está a punto de superar tales
riesgos e incertidumbres. Durante más de una década, el continente ha
profundizado fuentes de crecimiento domésticas, y ha fortalecido tanto el
comercio interno como el comercio con las economías de más rápido crecimiento
(Asia y América Latina) fuera de Europa. Esto ayudaría a África a mitigar el
impacto en el crecimiento de un posible descenso en el comercio con la eurozona
(como hemos señalado más arriba).
A
pesar de la aceleración del crecimiento económico en África a lo largo de la
última década, sin embargo, el bienestar de los africanos en general no mejoró.
Los indicadores sociales señalan que sólo ha mejorado modestamente. Hay un gran
desempleo juvenil, y la desigualdad en cuanto ingresos se ha ampliado; más del
50% de la población viven con menos de un dólar al día. Esta desconexión entre el crecimiento y el
bienestar social requiere acciones políticas en muchos frentes.
África,
en última instancia, decide su propio destino social y económico. Su auge
económico es probable que se siga dando dentro de un contexto de alto desempleo
y una economía mundial vulnerable. Lo ideal sería que se diera una equidad en
la distribución de los frutos del crecimiento, para reducir el desempleo y para
resolver la inflación en la alimentación. Todas estas cuestiones para llevarlas
a cabo, requiere de un buen diseño de política macroeconómica estructural y
social.
África debe de no malgastar los
recursos (conseguidos, producto del aumento del precio en la exportación de los
productos básicos), y utilizarlos para transformar estructuralmente la sociedad
africana, de tal manera que la economía crezca en paralelo con la sociedad
progresiva. Si se realizan cambios estructurales que beneficien a las capas más
llanas de la sociedad (carreteras, hospitales, educación...), los beneficios a
nivel macroeconómico se verán con el tiempo. Por tanto, el desarrollo económico
sin el social se plantea imposible. Se hace necesario una reforma fiscal, en la
que se establezca un sistema de impuestos formal que pueda cubrir todas las
tasas de ahorro y de inversión de cada país, de tal manera que las prestaciones
para el desarrollo sean menos costosas por su elevado tipo de interés; los
políticos africanos deberían de establecer políticas más estratégicas y
competitivas, frente a las grandes multinacionales y estados que les ofrecen invertir
en su país a bajo coste; por tanto se hace necesario una política de
negociaciones, es decir, si las corporaciones quieren llevar a cabo una
inversión en África, el beneficio de dicha inversión tiene que favorecer de
forma equilibrada a los dos frentes (la corporación y el pueblo africano).
África
es un continente que ha crecido y sigue creciendo económicamente, por una serie
de mejoras tanto económicas como sociales, pero aún le queda mucho terreno por
avanzar. Es un continente que consiguió su independencia política pero hasta
ahora carece de autonomía política; ya que sus recursos estratégicos y
realmente importantes para el funcionamiento de la economía del mundo, está
bajo las grandes corporaciones que son las que dominan al fin y al cabo el
continente y de forma indirecta la política de África. África es un continente
con muchos recursos y si se llevara una política de negociación con las
corporaciones interesadas en obtener dichos recursos a un coste mínimo, sería
beneficioso para el pueblo africano que es el que más sufre, no la burocracia
política africana que son de alguna forma aliados (clientes) de los Estados
desarrolladas y de las corporaciones originarias de dichos Estados. África es
similar a la historia de América Latina en dos puntos en concreto: uno es que
ambos, han sido colonizados por las grandes potencias del momento y el segundo
punto es que nunca dejaron de ser colonia de estas grandes potencias pese a su
"independencia". Si eres una región rica en recursos, sobre todo si estos
son fundamental para el crecimiento económico (petróleo, coltán), corres el
riesgo de ser colonizado por alguna potencia. África es un continente rico,
pese a que en ciertas regiones sufren de carencias alimenticias a causa del
clima (en la zona del Sahel); Si se efectuara una buena gestión macroeconómico,
el pueblo africano sería el beneficiario directo. África es un continente
(valga la redundancia) con muchos recursos, y si hubiera una voluntad no sólo
de las autoridades africanas si no también apoyado fuertemente por NN.UU., se
podría efectuar una redistribución de las riquezas y financiar un cambio en la
estructura socio-económica del continente.
África
a nuestro pesar, seguirá creciendo que es lo positivo del asunto, pero seguirá
habiendo cientos de millones de africanos que vivan con menos de un dólar al
día; es más crecerá la desigualdad entre los más ricos y los más pobres. Y no
hay que olvidar la famosa deuda externa que sigue sin condonarse. Hay mucho por
hacer en continentes tan humillados históricamente como África (el pueblo
africano).